Espejos
Jimena siempre duda.
Sube al escenario cada día preguntándose quién es. No se reconoce, se busca, se imagina, se dibuja...Le gustaría ser tantas Jimenas que nunca se encuentra totalmente a gusto en una.
Hace listas, como si con ello agarrara más las cosas.
Se corta el pelo, lo deja crecer, lo tiñe, lo vuelve a cortar...y entre tacones, botas, minifaldas y vestidos largos, reinventa cada mañana su aspecto y se regala una sonrisa.
Vive con la sensación de ser parte de un borrador lleno de proyectos, tachones, letras y colores, siempre un borrador.
Pinta, escribe, estudia, trabaja, sueña, y llena páginas de un desordenado cuaderno en el que parece caber de todo, enmarañando ideas y días, momentos, islas.
Algunas cosas de su vida parecen llenarla entera. Las decisiones de las que nunca se ha arrepentido, la gente a la que quiere.
Recuerda los cursos de teatro, lo que aprendió y disfrutó en ellos. Echa de menos aquel barullo de psicología, interpretación, diálogos y manejo de recursos, cuando era capaz de proyectar hacia fuera sus sentimientos y ensayaba mímica frente a un espejo jugando a "poner caras", cuando hablar en voz alta frente a un grupo de personas se convertía en un reto que había que sacar adelante a pesar de los nervios, y cómo aprendió a convivir con sus problemas, encerrándolos en una caja imaginaria durante la noche para poder dormir.
Camina con paso decidido, como si conociera su destino, y esconde en sus pasos las chinas que guarda en los zapatos con cada problema. Por la noche, cuando se descalza, quiere dejarlos a un lado para poder soñar.
Pero se desvela, le duelen los pies de caminar con arena, está cansada, enciende la luz y garabatea en su libreta los proyectos del día siguiente.
Jimena se sigue buscando. No se rinde
Sube al escenario cada día preguntándose quién es. No se reconoce, se busca, se imagina, se dibuja...Le gustaría ser tantas Jimenas que nunca se encuentra totalmente a gusto en una.
Hace listas, como si con ello agarrara más las cosas.
Se corta el pelo, lo deja crecer, lo tiñe, lo vuelve a cortar...y entre tacones, botas, minifaldas y vestidos largos, reinventa cada mañana su aspecto y se regala una sonrisa.
Vive con la sensación de ser parte de un borrador lleno de proyectos, tachones, letras y colores, siempre un borrador.
Pinta, escribe, estudia, trabaja, sueña, y llena páginas de un desordenado cuaderno en el que parece caber de todo, enmarañando ideas y días, momentos, islas.
Algunas cosas de su vida parecen llenarla entera. Las decisiones de las que nunca se ha arrepentido, la gente a la que quiere.
Recuerda los cursos de teatro, lo que aprendió y disfrutó en ellos. Echa de menos aquel barullo de psicología, interpretación, diálogos y manejo de recursos, cuando era capaz de proyectar hacia fuera sus sentimientos y ensayaba mímica frente a un espejo jugando a "poner caras", cuando hablar en voz alta frente a un grupo de personas se convertía en un reto que había que sacar adelante a pesar de los nervios, y cómo aprendió a convivir con sus problemas, encerrándolos en una caja imaginaria durante la noche para poder dormir.
Camina con paso decidido, como si conociera su destino, y esconde en sus pasos las chinas que guarda en los zapatos con cada problema. Por la noche, cuando se descalza, quiere dejarlos a un lado para poder soñar.
Pero se desvela, le duelen los pies de caminar con arena, está cansada, enciende la luz y garabatea en su libreta los proyectos del día siguiente.
Jimena se sigue buscando. No se rinde
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