Sobran las palabras
Me voy, Carlota.
Te has empeñado en que dude y al final me falta el aire.
Me preguntaste tantas veces el por qué de quererte, que al final no sé realmente qué es lo que deseo, no soy capaz de diseccionar mis sentimientos, darte más razones o escudriñar miradas.
Te has empeñado en que dude y al final me falta el aire.
Me preguntaste tantas veces el por qué de quererte, que al final no sé realmente qué es lo que deseo, no soy capaz de diseccionar mis sentimientos, darte más razones o escudriñar miradas.
Me agobia tener que preparar respuestas para todo y explicar cada silencio, qué quieres que te diga. Soy más simple que todo eso y te empeñas en convertir cada gesto en algo objetivo para pasarlo por el tamiz de tu microscopio, porque sí, porque la convivencia cambia y desgasta, como los niños, el trabajo, las obligaciones y el sueño.
Yo creía que teníamos la vida que habíamos elegido vivir, pero tú siempre dudas, nunca estás conforme con nada.
Por una vez, podrías haber dejado la cabezonería a un lado y no empeñarte en analizar cada mirada, pero no, tienes que destripar las cosas y en vez de luchar y disfrutar, te pasas el día preguntándome si aún te quiero, buscando un culpable al cansancio y a la distancia.
No, Carlota, no he dejado de quererte, de eso puedes estar segura, pero no de la misma forma que nos amamos al conocernos, cuando nuestro mundo se reducía a dos cuerpos con muchas ganas de disfrutar y ninguna responsabilidad que nos impidiera dormir.
Necesitas escuchar contínuamente que estoy aquí por algo, pero yo me cansé de tirar de este carro.
¿De verdad crees que es tan importante?
No me he acomodado a vivir en familia, ni a pagar la hipoteca de la casa y a hacer el amor los sábados, claro que no, pero no puedo reducir mi vida a lo que fue hace veinte años, porque ni siquiera somos los mismos y hemos evolucionado con ella.
Estoy cansado.
He contado cuentos a nuestros hijos cada noche antes de dormir, he empujado contigo cuando vinieron al mundo y hemos llorado de alegría al conocer la noticia de cada nuevo embarazo, lo sabes.
Y no, no me sale explicarte por qué te quiero, será que soy distinto a tí o que no le doy tantas vueltas a todo, que a veces hasta evito quedarme callado para que no me preguntes en qué pienso.
Se me pasó la edad de escribirte poesías o de meter una nota en tus cuadernos de clase, vale. Prefiero sorprenderte con una flor junto al ordenador de vez en cuando, o prepararte una cena romántica que no esperas, esa es mi manera de decirte lo que siento y no sé hacerlo mejor ni quiero hacerlo distinto porque tú me lo pidas. No me gusta San Valentín ni tampoco el día de los santos.
Basta ya de hablar de desgastes, de crisis y de conformismos. Y basta también de darnos la espalda para dormir o evitar conversaciones para no hacernos daño.
No puedes calibrar mi cariño en función del tiempo que pasamos juntos, del número de veces que te repito una frase o de cuántas personas me hacen sonreír.
Quiero disfrutar de las cosas que me gustan, seguir creciendo, aprender, tener inquietudes, reírme, compartir abrazos. Y quiero que también tú lo hagas, porque si eres feliz, yo también lo soy.
No puedo darte más y puede que tú tampoco, al menos, no de esta manera.
Necesito mirar todo esto desde otra perspectiva, alejarme un poco y respirar.
Volveré en unos días y hablaremos, tomaremos decisiones de lo que queremos hacer con nuestras vidas.
Pablo termina de escribir y mete el folio con cuidado en un sobre que deja sobre la mesa.
Carlota se ha despertado antes que de costumbre.
Toda la semana esperando que llegue el domingo para poder descansar, y resulta que no se puede dormir una vez que amanece.
Mira el otro lado de la cama y alarga el brazo acariciando el hueco vacío. Está frío. Alguien madrugó aún más –piensa.
Se hace un ovillo agarrando un pico de la sábana para taparse la oreja y da otra vuelta para vencer la vigilia, pero sabe que es una batalla perdida.
Le gusta el silencio de la casa a primera hora, andar descalza hasta la cocina y sentir el crujido de la tarima bajo sus pies.
Huele a café. Sonríe.
–Bueno, parece que es hora de ponerse en marcha, adiós, camita, ya está bien de hacer el vago.
Al levantarse, se coloca una rebeca de ganchillo sobre los hombros y mete el mechón de rizos por detrás de la oreja para que no le tape los ojos.
En el salón, la mesa está puesta y el desayuno preparado.
Busca a Pablo con la mirada. Estará en el baño, o arropando a los niños. No tendría que haber discutido con él anoche, bueno, ni la noche anterior, ni la otra…pero es que últimamente está más callado que nunca, como si ya no la quisiera, o tal vez siempre ha sido así, qué más da.
Sobre la mesa, un sobre cerrado con su nombre escrito. Es la letra de Pablo, esa tan peculiar, con picos y rabos como una montaña rusa.
Carlota se sienta y abre el sobre despacio.
Antes de que pueda empezar a leer, oye ruidos en el pasillo y esconde el sobre entre los cojines por si uno de los pequeños se acerca.
–Hola mami, no puedo dormir.
Carlota abre los brazos y deja que su hija se acurruque sobre ella en el sofá. Lleva un peluche viejo agarrado de una oreja que cae al suelo en cuanto se duerme.
Mientras rebusca en los cojines el sobre, mira a su chiquitina y piensa que no le ha hecho falta decirle ni una palabra para que se tranquilizara entre sus brazos. Tal vez no siempre sean necesarias para decir las cosas, tal vez no sea demasiado tarde.
Yo creía que teníamos la vida que habíamos elegido vivir, pero tú siempre dudas, nunca estás conforme con nada.
Por una vez, podrías haber dejado la cabezonería a un lado y no empeñarte en analizar cada mirada, pero no, tienes que destripar las cosas y en vez de luchar y disfrutar, te pasas el día preguntándome si aún te quiero, buscando un culpable al cansancio y a la distancia.
No, Carlota, no he dejado de quererte, de eso puedes estar segura, pero no de la misma forma que nos amamos al conocernos, cuando nuestro mundo se reducía a dos cuerpos con muchas ganas de disfrutar y ninguna responsabilidad que nos impidiera dormir.
Necesitas escuchar contínuamente que estoy aquí por algo, pero yo me cansé de tirar de este carro.
¿De verdad crees que es tan importante?
No me he acomodado a vivir en familia, ni a pagar la hipoteca de la casa y a hacer el amor los sábados, claro que no, pero no puedo reducir mi vida a lo que fue hace veinte años, porque ni siquiera somos los mismos y hemos evolucionado con ella.
Estoy cansado.
He contado cuentos a nuestros hijos cada noche antes de dormir, he empujado contigo cuando vinieron al mundo y hemos llorado de alegría al conocer la noticia de cada nuevo embarazo, lo sabes.
Y no, no me sale explicarte por qué te quiero, será que soy distinto a tí o que no le doy tantas vueltas a todo, que a veces hasta evito quedarme callado para que no me preguntes en qué pienso.
Se me pasó la edad de escribirte poesías o de meter una nota en tus cuadernos de clase, vale. Prefiero sorprenderte con una flor junto al ordenador de vez en cuando, o prepararte una cena romántica que no esperas, esa es mi manera de decirte lo que siento y no sé hacerlo mejor ni quiero hacerlo distinto porque tú me lo pidas. No me gusta San Valentín ni tampoco el día de los santos.
Basta ya de hablar de desgastes, de crisis y de conformismos. Y basta también de darnos la espalda para dormir o evitar conversaciones para no hacernos daño.
No puedes calibrar mi cariño en función del tiempo que pasamos juntos, del número de veces que te repito una frase o de cuántas personas me hacen sonreír.
Quiero disfrutar de las cosas que me gustan, seguir creciendo, aprender, tener inquietudes, reírme, compartir abrazos. Y quiero que también tú lo hagas, porque si eres feliz, yo también lo soy.
No puedo darte más y puede que tú tampoco, al menos, no de esta manera.
Necesito mirar todo esto desde otra perspectiva, alejarme un poco y respirar.
Volveré en unos días y hablaremos, tomaremos decisiones de lo que queremos hacer con nuestras vidas.
Pablo termina de escribir y mete el folio con cuidado en un sobre que deja sobre la mesa.
Carlota se ha despertado antes que de costumbre.
Toda la semana esperando que llegue el domingo para poder descansar, y resulta que no se puede dormir una vez que amanece.
Mira el otro lado de la cama y alarga el brazo acariciando el hueco vacío. Está frío. Alguien madrugó aún más –piensa.
Se hace un ovillo agarrando un pico de la sábana para taparse la oreja y da otra vuelta para vencer la vigilia, pero sabe que es una batalla perdida.
Le gusta el silencio de la casa a primera hora, andar descalza hasta la cocina y sentir el crujido de la tarima bajo sus pies.
Huele a café. Sonríe.
–Bueno, parece que es hora de ponerse en marcha, adiós, camita, ya está bien de hacer el vago.
Al levantarse, se coloca una rebeca de ganchillo sobre los hombros y mete el mechón de rizos por detrás de la oreja para que no le tape los ojos.
En el salón, la mesa está puesta y el desayuno preparado.
Busca a Pablo con la mirada. Estará en el baño, o arropando a los niños. No tendría que haber discutido con él anoche, bueno, ni la noche anterior, ni la otra…pero es que últimamente está más callado que nunca, como si ya no la quisiera, o tal vez siempre ha sido así, qué más da.
Sobre la mesa, un sobre cerrado con su nombre escrito. Es la letra de Pablo, esa tan peculiar, con picos y rabos como una montaña rusa.
Carlota se sienta y abre el sobre despacio.
Antes de que pueda empezar a leer, oye ruidos en el pasillo y esconde el sobre entre los cojines por si uno de los pequeños se acerca.
–Hola mami, no puedo dormir.
Carlota abre los brazos y deja que su hija se acurruque sobre ella en el sofá. Lleva un peluche viejo agarrado de una oreja que cae al suelo en cuanto se duerme.
Mientras rebusca en los cojines el sobre, mira a su chiquitina y piensa que no le ha hecho falta decirle ni una palabra para que se tranquilizara entre sus brazos. Tal vez no siempre sean necesarias para decir las cosas, tal vez no sea demasiado tarde.
6 comentarios:
Que hermosa declaracion de amor. Me mola. Mucho.
BEsosssss
Los mensajes más intensos suelen ser los que llegan sin palabras.
Vamos pisando fuerte veo.
Me alegro.
;-)
uno podría guardar este texto en un sobre, olvidarlo algunas décadas, y entonces se convertiría en una cápsula del tiempo bastante fiel de lo que son éstos años
se habla tanto de la vida en pareja por todos lados, se idealiza tanto de joven y se maneja como conflicto para los mayores, de algún modo las parejas requieren de su albedrío para no engancharse a todo esto que se dice en torno a las parejas, sólo se trata de una relación más con sus características particulares, como la de los amigos, familia, compañeros de escuela o trabajo
vale, me voy extendiendo y para qué quieres que comeincen a sobrarme las palabras, sé que el final de tu texto es lo que le da sentido al título (de lo cual no comenté nada) pero me quedé pensando más en el resto del texto
un abrazo, jimena
Una confesión ahora que nadie nos oye ... me he emocionao
Otra ... me he visto.
Y la última ... me voy con una reflexión.
Besos preciosa.
ahí las dao
Uff!!!! Un relato cargado de emociones contrapuestas. Me encanta! Si, querida Jimena, me encanta. Dos mundos y un canal en obras entre ambos. Dos universos y dos formas diferentes de entender el amor.
Creo que a alguien le sienta el Capitán Morgan fenomenal!!!
Besos gordos.
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