Fantasías
Todos se hubieran reído de mí, lo sé.
Nadie habla de dragones ni de sirenas en el colegio, tampoco en casa. Si les contara lo que veo cada noche, seguro que no me creerían, como cuando mi hermana invitó a casa a un amigo imaginario y todos se burlaron de ella. Después no quiso volver, pero no me extraña, igual pensó que nos tomábamos todo a broma y le dio vergüenza que no le pusieran plato en la mesa. Por eso prefiero no contar mis cosas, las escribo en un cuaderno y lo guardo sólo para mí. Así desde chiquitina, aun antes de conocer las letras. Entonces dibujaba con colores y escondía las páginas debajo de la almohada. Si me olvidaba de hacerlo, cerraba los ojos muy fuerte y el cuaderno aparecía donde yo quisiera. También usaba ese truco a veces para recoger la habitación, pero sólo si la puerta estaba cerraba y nadie me veía.
Una vez papá me trajo un cuento de hadas. Fue después de un accidente y tuve que pasar mucho tiempo en la cama. Aquel libro tenía dibujos muy bonitos, pero las hadas eran cursis como princesitas y tenían cara de bobas.
Si hubiera querido ser hada, desde luego no me hubiera vestido así. Tampoco como las brujas de los cuentos, con remiendos en la falda y una verruga en la nariz. No tenía decidido qué iba a ser de mayor, pero tenía claro que mi estilo sería diferente, nada de varitas mágicas ni de tules, ni de harapos y escobas.
¿Por qué se inventarán siempre historias tan simples para niños? Como si no fuéramos capaces de pensar. Yo sé más de castillos mágicos y dragones que todo lo que he leído en esos cuentos infantiles, sólo tengo que cerrar los ojos y cambiar de mundo en un periquete, luego, cuando los vuelvo a abrir, dibujo o escribo todo lo que he visto. Creo que mi tía también hace algo parecido, porque alguna vez, cuando viene a casa, la he oído hablando sola en el columpio del jardín, pero no me he atrevido nunca a preguntarle por si se lo cuenta a los demás y llaman al médico como aquella noche que dicen que me subió tanto la fiebre. Puede que un día mire debajo de su almohada para ver si esconde cuadernos y lápices.
Ella tiene un bolso muy grande en el que siempre hay sorpresas para mí y cuando las encuentro y se las enseño, abre mucho los ojos y me las regala como si no las hubiera visto nunca. Entonces le doy un beso en los labios y me guiña un ojo mientras sonríe. Es la única que me besa así, o frotando su nariz con la mía, como los esquimales que he visto en los libros. Cuando yo sea mayor, también llevaré el pelo amorado como ella y daré besos en los labios a los niños.
A papá no le gusta que ande mirando en ningún bolso, dice que es de mala educación, pero creo que lo hace para que no se me ocurra curiosear en ninguno más. Debe ser su hermana favorita, porque cuando la mira siempre sonríe, aunque él nunca habla de esas cosas.
Mi profesor un día nos habló de dragones y de cuentos. Lo llamó literatura fantástica o algo así y nos mandó que escribiéramos o dibujáramos algo que no fuera real para verlo en clase. Yo quería llevar mi cuaderno, pero no hubieran entendido nada. Cuando llegó mi turno, me levanté y fui hacia la pizarra, cogí unas tizas de colores y pinté un hadita de color verde, con su cara de boba y tules por todos lados. Luego leí en voz alta una historia con final feliz, con beso y con príncipe. Todos me aplaudieron, bueno, todos no, porque mi mejor amigo, el que se sienta a mi lado en la última fila y me ayuda a dibujar dragones en el cuaderno, dijo que era una cursi y que ese cuento no lo había escrito yo. Entonces volví a mi sitio, le di una patada por debajo de la mesa y miré hacia otro lado aprovechando que los demás no podían verle.
Nadie habla de dragones ni de sirenas en el colegio, tampoco en casa. Si les contara lo que veo cada noche, seguro que no me creerían, como cuando mi hermana invitó a casa a un amigo imaginario y todos se burlaron de ella. Después no quiso volver, pero no me extraña, igual pensó que nos tomábamos todo a broma y le dio vergüenza que no le pusieran plato en la mesa. Por eso prefiero no contar mis cosas, las escribo en un cuaderno y lo guardo sólo para mí. Así desde chiquitina, aun antes de conocer las letras. Entonces dibujaba con colores y escondía las páginas debajo de la almohada. Si me olvidaba de hacerlo, cerraba los ojos muy fuerte y el cuaderno aparecía donde yo quisiera. También usaba ese truco a veces para recoger la habitación, pero sólo si la puerta estaba cerraba y nadie me veía.
Una vez papá me trajo un cuento de hadas. Fue después de un accidente y tuve que pasar mucho tiempo en la cama. Aquel libro tenía dibujos muy bonitos, pero las hadas eran cursis como princesitas y tenían cara de bobas.
Si hubiera querido ser hada, desde luego no me hubiera vestido así. Tampoco como las brujas de los cuentos, con remiendos en la falda y una verruga en la nariz. No tenía decidido qué iba a ser de mayor, pero tenía claro que mi estilo sería diferente, nada de varitas mágicas ni de tules, ni de harapos y escobas.
¿Por qué se inventarán siempre historias tan simples para niños? Como si no fuéramos capaces de pensar. Yo sé más de castillos mágicos y dragones que todo lo que he leído en esos cuentos infantiles, sólo tengo que cerrar los ojos y cambiar de mundo en un periquete, luego, cuando los vuelvo a abrir, dibujo o escribo todo lo que he visto. Creo que mi tía también hace algo parecido, porque alguna vez, cuando viene a casa, la he oído hablando sola en el columpio del jardín, pero no me he atrevido nunca a preguntarle por si se lo cuenta a los demás y llaman al médico como aquella noche que dicen que me subió tanto la fiebre. Puede que un día mire debajo de su almohada para ver si esconde cuadernos y lápices.
Ella tiene un bolso muy grande en el que siempre hay sorpresas para mí y cuando las encuentro y se las enseño, abre mucho los ojos y me las regala como si no las hubiera visto nunca. Entonces le doy un beso en los labios y me guiña un ojo mientras sonríe. Es la única que me besa así, o frotando su nariz con la mía, como los esquimales que he visto en los libros. Cuando yo sea mayor, también llevaré el pelo amorado como ella y daré besos en los labios a los niños.
A papá no le gusta que ande mirando en ningún bolso, dice que es de mala educación, pero creo que lo hace para que no se me ocurra curiosear en ninguno más. Debe ser su hermana favorita, porque cuando la mira siempre sonríe, aunque él nunca habla de esas cosas.
Mi profesor un día nos habló de dragones y de cuentos. Lo llamó literatura fantástica o algo así y nos mandó que escribiéramos o dibujáramos algo que no fuera real para verlo en clase. Yo quería llevar mi cuaderno, pero no hubieran entendido nada. Cuando llegó mi turno, me levanté y fui hacia la pizarra, cogí unas tizas de colores y pinté un hadita de color verde, con su cara de boba y tules por todos lados. Luego leí en voz alta una historia con final feliz, con beso y con príncipe. Todos me aplaudieron, bueno, todos no, porque mi mejor amigo, el que se sienta a mi lado en la última fila y me ayuda a dibujar dragones en el cuaderno, dijo que era una cursi y que ese cuento no lo había escrito yo. Entonces volví a mi sitio, le di una patada por debajo de la mesa y miré hacia otro lado aprovechando que los demás no podían verle.
8 comentarios:
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Me gusta, si, además puede dar muuucho de si.
Te voy dando el número de cuenta?
Mmmm.
No veo lo del cambio de narrador a mitad del cuento, me pierdo. Y es un poco previsible lo que va a pasar y forzado el final. No me convence, no, pero da la sensación de que te ha entrado prisa por acabarlo. A mí la parte de la niña me parece que hay que seguirla y la otra quitarla. Pero a mí, claro.
Marañita, mira a ver si te gusta más ahora.
;)
No tengo más que decir.
Cuantas veces me he sentido esa niña que esconde su libreta y muestra la historia que se esperaba de ella!
Pero siempre hay un amigo (o un algo) que te da la patada para hacerte ver que tú eres otra. Es entonces ... cuando cuentas y creas tu propia historia.
Me ha encantado niña
Besosmil
A mi me ha gustado mucho. Creo que escribes muy bien Jimena.
Felicidades!!
A mí me ha gustado. Es una historia redonda. Y esas fantasías me resultan muy cercanas!
Besosss
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