08 noviembre 2008

Un calcetín cualquiera

Mi amiga Lola dice que la vida es como un calcetín, y que si no te gusta, hay que darle la vuelta para disfrutarla. –Claro, en eso estamos, ¿no te digo?, pero me lo cuenta mientras se pinta las uñas de los pies envuelta en un batín corto de seda y organiza una cena para amigos a base de explicarle a la asistenta cómo darle el punto exacto a la bechamel, así cualquiera.

Y es que empezar la semana con una citación no es la idea que tengo de un lunes tranquilo, la verdad, ni de disfrutar de la vida, que para eso se me ocurren cosas mejores, qué quieres que te diga. Si le añades que esa citación la traen a casa un par de policías, pues menos y si además tienes que firmarla en nombre de tu hijo adolescente, ya ni te cuento. Un trago, vamos.

La mañana empezó con una llamada del portero a mi móvil advirtiéndome de que me buscaba una pareja de la policía nacional para entregarme algo. En ese momento me estaba comiendo una mandarina en el trabajo y casi me atraganto con el gajo en la boca.

Una, poco acostumbrada a lidiar con las fuerzas de seguridad, al menos desde ese lado de la barrera, mueve Roma con Santiago para averiguar de qué se trata mientras disimula secándose el sudor de las manos en el culo de los vaqueros.

La gente es poco observadora –pienso-, seguro que mis compañeros de oficina no se dan cuenta de nada y así no me preguntan. A saber lo que pensarán si se enteran. Bastante les he dado ya que hablar cuando algún amigo o hermano viene a buscarme y nos besamos en los labios. Y si es chica, peor todavía. Como si eso tuviera alguna importancia, ya ves tú, pero es que algunas personas viven más pendientes de lo que opine la galería que de las goteras que hace su vida.
Que no soy discreta, vale, que no me va la diplomacia, también vale, que en la oficina canta tanto colorín y que me cuelgo de las orejas cualquier cosa que se me ocurra convirtiéndolo en pendientes, bueno. ¿Y? eso no ha influído nunca en mi modo de trabajar que yo sepa, sencillamente, no me gustan los trajes de chaqueta, los tacones, la ropa gris ni los jerseys cerrados, tampoco me parece tan grave.
Como la mañana era aún poco intensa, lo siguiente fue una llamada que cogió una compañera por error. No es una llamada cualquiera, no. Ni tampoco una funcionaria cualquiera. Un compañero, por llamarle de alguna manera, que además no me conoce de nada, me ha denunciado y quiere echar por tierra veinte años de currículum a cambio de una palmadita de sus jefes en la espalda, valiente gilipollas. Me muerdo el labio para no contestar a quien ha dicho mi nombre a voces seguido de las palabras: expediente-disciplinario y trago saliva mientras noto todas las miradas de la gente de la oficina clavadas en mí.

–A saber lo que ha hecho, con esas pintas, no me extraña y encima siempre riéndose por todo. Con lo bien que se lleva con los abogados, algo de eso debe ser –parecen decir-

Da igual, que piensen lo que quieran. Lo que estoy deseando es terminar aquí, llegar a casa de una vez para recoger la puñetera citación cuando vuelva la policía y saber por fin de qué va.
¡Anda!, y además vienen mis sobrinos a dormir, a ver si les dejo hecha una cena rica.

El teclado del ordenador parece burlarse de mí haciendo saltar en la pantalla letras que no creía haber rozado siquiera, pero es que esta pareja que está en mi mesa dando gritos y pidiéndome explicaciones al por qué de un embargo me están sacando de mis casillas. Mira que les hablo bajito, que siempre lo hago, y les cuento que la factura de su móvil ha provocado todo esto, pero ellos erre que erre, cada vez gritando más, como si habláramos idiomas distintos. Luego dirán que los funcionarios no atendemos bien, claro.

No tendría que haberme comido las uñas, con lo bien que las tenía. Ni siquiera me he dado cuenta.

Suena un pitido del móvil. Mierda, la batería. Tengo que llamar a mi hija para acompañarla esta tarde a la revisión de los catorce y a ponerse la vacuna. Si es que no sé para qué tengo la cabeza, casi lo olvido. Igual me da tiempo antes de pasarme por la comisaría.

Necesito un cigarro.

Podría fumármelo en el balcón mientras repaso el relato de clase, que necesita un pulido antes de darlo por terminado. Ha sido buena idea lo de apuntarme a un curso de escritura y lo de escoger una tarde solo para mí, aunque parezca que no me da tiempo a nada, es la única manera que conozco de hacer planes, aunque a veces me organice el día como si fuera el cuadrante de trabajo de una gran empresa, pero es que todo esto lo descubres sobre la marcha, no te dan un libro de instrucciones para llevar una familia, para ser madre o para ser pareja y todo parece que te viene grande, que me río yo de los masters de organización en los que andan metidos algunos de mis amigos. A esos les sacaba yo de la casa de sus papaítos y les dejaba una semana en la mía, a ver cómo manejaban el circo.

Vamos, que salí de la comisaría como si me hubieran dado una paliza, total, tanta historia por una tontería, pero ahí estaba mi gemela, dispuesta a poner el hombro aunque tampoco tenga libro de instrucciones.

Queda tiempo antes de clase. Un botellín y un abrazo que no esperaba ahora que no me tiemblan las manos. A veces basta una mirada.

Y es que hay cosas que por mucho que te cuenten, no llegas a creerte del todo, aunque por suerte, no todos los lunes sean iguales.

A ver quién se iba a tragar que en una sola tarde, uno es capaz de prestar declaración en comisaría, ir de médicos, tomarse unas cañas, cerrar un bar, terminar a las tres de la mañana con una sonrisa y levantarse tres horas después dispuesta a comerse el día siguiente, no, eso no hay quien se lo trague, pero hay veces que no queda otro remedio que darle la vuelta a todo como si fuera un calcetín, yo tenía un ejercicio de escritura por hacer, y da igual si tengo o no una amiga que se llame Lola, porque todos sabemos que la vida está para disfrutarla.

3 comentarios:

Blogger Joaquín Campos ha dicho...

HAY DIAS QUE CUNDEN MUCHO.
TENGO UN AMIGO QUE DICE QUE LA VIDA ES UNA MANDARINA, LA PELAS TE LA COMES GAJO A GAJO Y AL FINAL SOLO QUEDAN LAS CASCARAS. NO VIENE A CUENTO PERO ME GUSTA Y TE LO EXPLICO.
JIMENA SALUDOS...

8 de noviembre de 2008, 23:06  
Blogger Hache ha dicho...

Lo siento Jimena, hoy no puedo ser nada objetiva. Nada.

Me quedo con mi sonrisa, vale?

9 de noviembre de 2008, 11:02  
Blogger Maria Coca ha dicho...

Menudo lunes... Pero sabes? Te ha salido un relato cojonudo. Lo has dado todo en él y seguro que te ha servido para sentirte mejor, porque siempre todo tiene su parte positiva.

Compraste un cupón ese día?

A propósito. Esa foto me encanta!

10 de noviembre de 2008, 18:20  

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