10 febrero 2009

San Valentín


Tenemos que hablar, ¿recuerdas?.


Me miraste a los ojos y por un momento te quedaste callado.


–Puenting, dijiste, y parecías no haberme escuchado. Me abrazaste tan contento que olvidé todo.


Puenting. Como si no me conocieras.


Llevaba tiempo sin verte sonreír, así que me callé y le eché un vistazo al folleto que traías en la mano. Notaba en la garganta una pelusa que no me dejaba respirar.


Hala, tenías que buscar un regalo original para San Valentín y no se te ocurrió mejor idea que llegar con la reserva de este sitio.


Claro, un hotel rural era demasiado normal para ti, a quién le iba a sorprender eso, ¿verdad?

Esto me pasa por liare con un monitor de tiempo libre, como si tuviera dieciocho. Por eso y por no haberte aclarado que a mí el angelote gordo no me va y las flechas me han dado siempre miedo. Fíjate que estuve en un campamento y no fui capaz de acertarle a la diana por más que me explicaron la técnica, y eso que ahí no me jugaba nada.


Mírame, cariño, si me tiembla todo el cuerpo. Me conoces de sobra y sabes que no tengo capacidad de reacción, soy lenta, qué quieres.


Jo, puenting y San Valentín, menuda mezcla. Superar límites, valiente tontería me has dicho esta vez.


Desde luego, si lo que pretendías era juntar cosas que me emocionen, has estado sembrao. Y ya si con la invitación vas a añadir un ramito de rosas o medio corazón de oro prometiéndome amor eterno, casi nos paramos aquí y empezamos a aclararnos, porque el miedo me suelta la lengua y así te digo cosas que no me he atrevido.


Es que a mí este tipo rubio con taparrabos y una flecha en el corazón, como que no me dice nada, qué le voy a hacer, un enano alado, ¿quién lo necesita? No sé por qué tenemos que celebrar este día tan cursi en vez de salir a cenar cualquier otro.


Vale, no me pongas esa cara, sé que lo has hecho con todo el cariño y que te estoy fastidiando las sorpresas, pero es mejor que me cuentes por qué estás tan raro, que cuando te empeñas tanto en algo, me asustas, como aquella vez que nos metimos en la casa del terror del parque de atracciones y tuve que decirte que sufría del corazón para que me sacaras de allí.


Esta vez es distinto, -has dicho. Está todo controlado.


Tenía que haberte pedido el currículum cuando te conocí en aquella fiesta y por lo menos habría sabido con quién me jugaba los cuartos.


No soy romántica, lo reconozco, o al menos no lo soy si eso supone enviarte una tarjetita con un corazón de purpurina y salir a cenar a la luz de las velas justo hoy. Y si cuando me presentaste a tu madre le hubiera contado lo que me gustan otras cosas de ti que también palpitan, seguramente me habría evitado toda una tarde de miradas y ya no tendríamos que haber vuelto a quedar con ella.


No, amor, no me mires así, que se me quedan las manos heladas, me sudan y no sé qué decirte.


A ver, si quieres que salte, me subo ahora mismo a la barandilla y no se hable más, que tampoco es cuestión de fastidiarte el día, además, si vuelvo a comprobar los arneses va a ser el monitor el que termine empujándome para poder volverse a casa, con lo empeñado que está en verme saltar.


Esto está muy alto, reconócelo. Has jugado con ventaja porque sabías que no diría que no a un reto, pero aunque digas que está todo controlado, estoy a punto de hacerme pis encima.


Adrenalina, ¿no?, pues adrenalina y punto, me das la mano, contamos hasta tres y luego me lanzo. Son dos segundos y aunque no le dijera a tu madre lo que pensaba y no me haya atrevido hasta ahora a hablarte de nosotros, ni de San Valentín, sé que puedo hacerlo.


Se pasa miedo, seguro…pero también lo paso con esa mirada que me estás poniendo.


Cuando suba de nuevo, tenemos que hablar, ¿vale?


Oye, cariño…¿el monitor ese no es amigo tuyo? Porque me suena de algo y no consigo acordarme, además, no hace más que mirarte y hacer gestos para saber si salto, qué perra ha cogido.


Bueno, ya está. Por San Valentín. O por lo que sea. Y no tengas tanta prisa, que te he dicho que ya voy. Cuando cuentes tres, me lanzo. Y a la mierda para siempre con el angelito gordo del taparrabos.


El próximo fin de semana, los planes los organizo yo.

4 comentarios:

Blogger Hache ha dicho...

Vale, me mojo. No es tu mejor relato ... el principio no lo veo. No me sitúo. El gordito con alas mola, yo tampoco soy romántica. Pero no me sitúo en la historia. Es la forma no la historia en sí (que creo que lo que quieres contar mola mucho más)

11 de febrero de 2009, 11:40  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Tienes razón, Jimena, a mi tampoco me da confianza un tipo enano alado, con taparrabos y un arco para disparar flechas.
Me ha hecho mucha gracia.

Un besazo!

11 de febrero de 2009, 11:45  
Blogger Maria Coca ha dicho...

Un relato gracioso sobre todo por cómo se describe al personaje del taparrabos, aunque te he leído cosas mejores y te leeré.

Será que tampoco a mí me gusta San Valentín... Qué muermo!!!!

Besos cielo.

12 de febrero de 2009, 19:20  
Anonymous Anónimo ha dicho...

yo no se si poner que me gusta mucho para compensar... que le vamos hacer, has dado con gente pacifista, a ninguno le gustan las flechas

8 de mayo de 2009, 11:22  

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