Pasando página
(Feliz todo...y que vuestros deseos se cumplan)Jimena se rasca la cabeza chupando la punta del lápiz sin levantar la vista del folio en blanco. Nada. Ni una palabra. Cada vez que acerca la mano al cuaderno, ve todo borroso y la pelusa se atraviesa más en la garganta como un alfiler puesto de lado. Una pelusa que cada vez se hace más grande y a ratos no le deja respirar.
Lleva tiempo ahí y cada vez se vuelve más molesta. No se lo ha contado a nadie, para qué, ya se pasará.
Carraspea, y al levantarse de la silla, mira por los estantes buscando inspiración. Luego se frota los ojos, gira la cabeza hacia los lados y hacia atrás para estirar el cuello y se sienta de nuevo.
Escribir una carta a los Reyes no puede ser tan difícil. Un deseo, solo uno, pero explicando a sus Majestades por qué ese y no otro. Algo que se pueda ver y tocar, nada de la paz en el mundo, que se termine la hambruna para siempre, o ver felices a los pequeños. Es el trato. Y si los niños pueden hacerlo, ella no va a ser menos. Solo falta su sobre a los pies del árbol de navidad y queda poco tiempo. Mira los que ya están colocados, los va cogiendo uno a uno y acercándolos a la lámpara, trata de adivinar lo que esconden, pero los deja de nuevo avergonzada de intentar una trampa.
Sobre el escritorio, una jarra de agua a medias y un vaso que Jimena se lleva continuamente a la boca vaciándolo a pequeños tragos.
Hace frío. Está nevando fuera y aunque en casa está puesta la calefacción, parece que los copos se metieran por las rendijas, porque los pies de Jimena están helados. Se frota las manos y echa vaho sobre los dedos para entrar en calor, pero lo que quiere es terminar la carta y dejarla de una vez junto a las otras.
Se le ocurre una idea. Dibuja una línea vertical a mitad del folio y empieza a escribir a la izquierda, las cosas que tiene y a la derecha, las que le gustarían. A ratos las palabras se vuelven borrosas, como si patinaran sobre el papel de un lado a otro. Bebe un sorbito de agua y continúa escribiendo. Tose. Se limpia con un pañuelo el hilillo de sangre que ha salido de su boca. Al terminar la lista, coloca una hoja blanca al lado y comienza la carta.
“A veces, las cosas pequeñas hacen daño...” –escribe-. “Como esta bola de algodón que se me ha debido colar en la garganta”. Piensa. Carraspea. Se limpia los ojos y sigue escribiendo “pero pasa, de un tirón o a pasos chiquititos”. Bebe agua. Relee lo que ha puesto, dobla con cuidado el papel y lo mete en un sobre. Es la primera vez que la nombra. De camino a la ducha aspira hondo y sonríe al notar que respira mejor.
Esta noche abrirán los regalos. Y habrá uno con su nombre colgando de una rama, uno pequeñito, porque este año no da para más. Alguien le guiñará un ojo y le dará un abrazo mientras los niños esperan que lea su carta para entender por qué mamá ha pedido este año un quitapelusas.
2 comentarios:
Espero, Jimena, que los Reyes Magos te hayan traído todo lo que habías puesto en tu lista, pero si no es así, no te preocupes que la magia no acaba el día 6 de enero.
Un besote.
Mi mejor regalo de reyes fue encontrar que tu blog está de vuelta. Bravo, Jimena, se te extrañaba.
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