Para toda la vida
(Se abre el telón. El escenario es un salón de una casa, con pocos muebles y muchos colores, una madre cuarentona con su hijo adolescente, sentados cada uno en un sofá. Son Santiago y su madre)
SANTIAGO.– Joer, mami, ¿por qué no me dejas que me haga el tatuaje? Ahora que estoy en el mercao, me lo comería todo, tú no sabes lo que molan los ambigramas. Y si quieres, vamos juntos y te haces otro.
MADRE.- Te lo he dicho mil veces, Santiago. Estoy aburrida ya con este tema, mejor déjalo.
S.- No, no voy a dejarlo, tú siempre dices que hay que razonar las cosas.
M.- Pero si ya lo hemos hablado, te lo he razonado de todas las maneras que soy capaz, cambia de tercio.
S.- No, lo que me has dicho no son razones.
M.- ¿No lo son porque no es lo que quieres oír?
S.- No, coño, es que lo que me has dicho son solo cosas de madre, pero siempre dejas cosas sin decir.
M.- Vale, primero habla bien, que no estás con tus amigos, y segundo, te recuerdo que sí, soy tu madre, creía que esa fase ya la teníamos superada después de diecisiete años.
S.- Por eso no me entiendes, porque vas de madre, todos mis colegas hacen lo que quieren, joer, tampoco pido tanto. Yo te cuento mis cosas y tú no.
M.- Vaya, ya estamos con los amigos. ¡Que no me importan los demás! ¿Por qué no te fijas en algo que ellos no tengan y tú sí?, intenta darle la vuelta al calcetín, porque, que yo sepa, donde terminan cenando y de risas es en este salón, tampoco se estará tan mal, digo yo, además, no hay nada que contar, estamos hablando de tatuajes.
S.- Ya, pero no tienen hora de llegada, pueden hacerse piercings, tatuajes…y no están castigados por suspender, que somos mayores, coño, más de lo que os creéis. Y no, no estamos solo hablando de eso, coño.
M.- Ah… es verdad, sois mayores… para lo que queréis, claro. Mira, siempre te apoyo y lo voy a seguir haciendo, pero no a cambio de nada, tú tienes que poner de tu parte.
S.- Mira, mami, yo dejo de hacer pellas y tú me firmas la autorización. Voy a ser la caña con el tatu, no me digas que no, y tú vas a estar orgullosa, por mis cojones.
M.- Tú ya eres la caña… y habla bien. Un tatuaje es para toda la vida ¿y si luego te arrepientes?
S.- Ya… hay vidas que duran más y otras que menos, ¿no? Y si me arrepiento, pues ajo y agua, joer, ¡si tú llevas tatuajes!
M.- Coño, pero no son macarras, además, me los hice con el doble de tu edad.
S.- Oye, habla bien, mamá… (se ríe). A ver si me vas a dar mal ejemplo o si se te va a pegar y vas a ser macarra… a tus años. Mira, podrías hacerte uno en la cabeza… si te has hecho uno por cada hijo, hazte uno ahora por ti, para seguir muchos años.
M.- Menos cachondeo, enano, y un respeto a las canas. En cuanto no te decimos lo que quieres oír, tuerces el morro. Esto es un intercambio, en todo, si quieres algo, gánatelo, demuestra que te lo mereces y entonces firmaré esa autorización.
S.- Vale, pues me porto mejor y no vuelvo a faltar a clase, eso es lo que queréis, ¿no? Ya verás: cuando lleve el puto tatuaje me lo voy a comer todo, y tú vas a estar aquí para verlo, ¿verdad?, venga, dime que sí, joer.
M.- No te entiendo, hijo, me acabo de perder (la madre se da la vuelta para que el hijo no la vea llorar y él le revuelve el pelo).
(el escenario ahora es un baño, también de colores y la madre está curando un enorme tatuaje en la espalda a su hijo.)
M.- Encima de cornuda, apaleada. No te muevas, anda, que tengo que colocarte el esparadrapo y no llego.
S.- No sabes lo que dolió…estuve a punto de rajarme y salir de allí corriendo, pero mis amigos hubieran creído que soy una nenaza, que no aguanto ná, como cuando “el chispas” quiso hacerse uno y al final salió de allí mareao al ver las agujas, qué descojone, ha sido el tema del finde.
M.- Bueno, ahora que ya eres un crack y que vas a ligar como un loco, espero que el tatuaje haya servido de algo… Además, te lo he firmado como un órdago, si esto no te hace ver que siempre somos nosotros los que cedemos, yo ya no sé qué más hacer.
S.- Joer, que no, ya está bien de teatro, que no me lo has firmado por eso, ¡coño!, que te oí hablar por teléfono y ya nos conocemos. No pensabas decirme nada, ¿verdad?
(de pronto se hace un silencio incómodo. Los dos miran el espejo y cuando se encuentran sus miradas, la madre vuelve al tatuaje y extiende la crema sobre él)
M.- (suspira y mira hacia otro lado) No sé qué tonterías estás diciendo, y estate quieto o no te podré curar.
S.- Vete a la mierda, joer. Mamá, mírame a los ojos y dime que no es verdad, coño, dímelo, ¡me cago en mi puta calavera!
M.- Baja la voz, que te van a oír tus hermanos, y ¡deja de decir tacos, coño!
S.- Es que estoy hasta los güevos de que me trates como un crío, joer, que voy a cumplir dieciocho y vas a seguir callándote como con los enanos. Y no, coño, no puede ser, dime que no, joder, dime que no, que me has firmado por lo que te he prometido y porque te molan los tatuajes, pero no me digas que es por eso, no puede ser, eso siempre le pasa a otra gente, no a nosotros, tú, que somos un puto crack, no a nosotros, y no me me gastes bromas, cojones, que no tiene gracia, no te puede salir un sarpullido o cogerte una gripe, no, ni en esto puedes ser una madre normal.
M.- (con los ojos llenos de lágrimas) Oye, enano, ¿qué es eso de una madre normal?, no te pases, que aún puedo darte un azote aprovechando que estás agachado. Venga, déjalo ya, tú tienes tu tatuaje y ya está, esto es lo que querías, así que se acabó el tema.
S.- Joer, no os vais a arrepentir, ya verás, que está que te cagas y tú vas a estar aquí para seguir echándome broncas, seguro. Mírate, si eres como la mala hierba, coño… Y ya verás, voy a comérmelo todo.
M.- Ya… eso mismo decías cuando tenías dos años y veías un plato de macarrones pero, pensándolo bien, creo que me fiaba más entonces de tus buenas intenciones, qué quieres que te diga. Vamos, que con lo rico que eras, ya te podía haber criogenizado para que te quedaras así…
S.- Eso, ahora háblame de cuando era un enano…lo que me faltaba. Que no, joer, que ya lo verás. Por cierto, que esta noche hay una fiesta y pensaba ir a enseñarles mi espalda a los colegas…podemos ir juntos. Yo voy de hijo macarrilla y tú te disfrazas de pirata, así vas ensayando para cuando se te caiga el pelo…con un par.
SANTIAGO.– Joer, mami, ¿por qué no me dejas que me haga el tatuaje? Ahora que estoy en el mercao, me lo comería todo, tú no sabes lo que molan los ambigramas. Y si quieres, vamos juntos y te haces otro.
MADRE.- Te lo he dicho mil veces, Santiago. Estoy aburrida ya con este tema, mejor déjalo.
S.- No, no voy a dejarlo, tú siempre dices que hay que razonar las cosas.
M.- Pero si ya lo hemos hablado, te lo he razonado de todas las maneras que soy capaz, cambia de tercio.
S.- No, lo que me has dicho no son razones.
M.- ¿No lo son porque no es lo que quieres oír?
S.- No, coño, es que lo que me has dicho son solo cosas de madre, pero siempre dejas cosas sin decir.
M.- Vale, primero habla bien, que no estás con tus amigos, y segundo, te recuerdo que sí, soy tu madre, creía que esa fase ya la teníamos superada después de diecisiete años.
S.- Por eso no me entiendes, porque vas de madre, todos mis colegas hacen lo que quieren, joer, tampoco pido tanto. Yo te cuento mis cosas y tú no.
M.- Vaya, ya estamos con los amigos. ¡Que no me importan los demás! ¿Por qué no te fijas en algo que ellos no tengan y tú sí?, intenta darle la vuelta al calcetín, porque, que yo sepa, donde terminan cenando y de risas es en este salón, tampoco se estará tan mal, digo yo, además, no hay nada que contar, estamos hablando de tatuajes.
S.- Ya, pero no tienen hora de llegada, pueden hacerse piercings, tatuajes…y no están castigados por suspender, que somos mayores, coño, más de lo que os creéis. Y no, no estamos solo hablando de eso, coño.
M.- Ah… es verdad, sois mayores… para lo que queréis, claro. Mira, siempre te apoyo y lo voy a seguir haciendo, pero no a cambio de nada, tú tienes que poner de tu parte.
S.- Mira, mami, yo dejo de hacer pellas y tú me firmas la autorización. Voy a ser la caña con el tatu, no me digas que no, y tú vas a estar orgullosa, por mis cojones.
M.- Tú ya eres la caña… y habla bien. Un tatuaje es para toda la vida ¿y si luego te arrepientes?
S.- Ya… hay vidas que duran más y otras que menos, ¿no? Y si me arrepiento, pues ajo y agua, joer, ¡si tú llevas tatuajes!
M.- Coño, pero no son macarras, además, me los hice con el doble de tu edad.
S.- Oye, habla bien, mamá… (se ríe). A ver si me vas a dar mal ejemplo o si se te va a pegar y vas a ser macarra… a tus años. Mira, podrías hacerte uno en la cabeza… si te has hecho uno por cada hijo, hazte uno ahora por ti, para seguir muchos años.
M.- Menos cachondeo, enano, y un respeto a las canas. En cuanto no te decimos lo que quieres oír, tuerces el morro. Esto es un intercambio, en todo, si quieres algo, gánatelo, demuestra que te lo mereces y entonces firmaré esa autorización.
S.- Vale, pues me porto mejor y no vuelvo a faltar a clase, eso es lo que queréis, ¿no? Ya verás: cuando lleve el puto tatuaje me lo voy a comer todo, y tú vas a estar aquí para verlo, ¿verdad?, venga, dime que sí, joer.
M.- No te entiendo, hijo, me acabo de perder (la madre se da la vuelta para que el hijo no la vea llorar y él le revuelve el pelo).
(el escenario ahora es un baño, también de colores y la madre está curando un enorme tatuaje en la espalda a su hijo.)
M.- Encima de cornuda, apaleada. No te muevas, anda, que tengo que colocarte el esparadrapo y no llego.
S.- No sabes lo que dolió…estuve a punto de rajarme y salir de allí corriendo, pero mis amigos hubieran creído que soy una nenaza, que no aguanto ná, como cuando “el chispas” quiso hacerse uno y al final salió de allí mareao al ver las agujas, qué descojone, ha sido el tema del finde.
M.- Bueno, ahora que ya eres un crack y que vas a ligar como un loco, espero que el tatuaje haya servido de algo… Además, te lo he firmado como un órdago, si esto no te hace ver que siempre somos nosotros los que cedemos, yo ya no sé qué más hacer.
S.- Joer, que no, ya está bien de teatro, que no me lo has firmado por eso, ¡coño!, que te oí hablar por teléfono y ya nos conocemos. No pensabas decirme nada, ¿verdad?
(de pronto se hace un silencio incómodo. Los dos miran el espejo y cuando se encuentran sus miradas, la madre vuelve al tatuaje y extiende la crema sobre él)
M.- (suspira y mira hacia otro lado) No sé qué tonterías estás diciendo, y estate quieto o no te podré curar.
S.- Vete a la mierda, joer. Mamá, mírame a los ojos y dime que no es verdad, coño, dímelo, ¡me cago en mi puta calavera!
M.- Baja la voz, que te van a oír tus hermanos, y ¡deja de decir tacos, coño!
S.- Es que estoy hasta los güevos de que me trates como un crío, joer, que voy a cumplir dieciocho y vas a seguir callándote como con los enanos. Y no, coño, no puede ser, dime que no, joder, dime que no, que me has firmado por lo que te he prometido y porque te molan los tatuajes, pero no me digas que es por eso, no puede ser, eso siempre le pasa a otra gente, no a nosotros, tú, que somos un puto crack, no a nosotros, y no me me gastes bromas, cojones, que no tiene gracia, no te puede salir un sarpullido o cogerte una gripe, no, ni en esto puedes ser una madre normal.
M.- (con los ojos llenos de lágrimas) Oye, enano, ¿qué es eso de una madre normal?, no te pases, que aún puedo darte un azote aprovechando que estás agachado. Venga, déjalo ya, tú tienes tu tatuaje y ya está, esto es lo que querías, así que se acabó el tema.
S.- Joer, no os vais a arrepentir, ya verás, que está que te cagas y tú vas a estar aquí para seguir echándome broncas, seguro. Mírate, si eres como la mala hierba, coño… Y ya verás, voy a comérmelo todo.
M.- Ya… eso mismo decías cuando tenías dos años y veías un plato de macarrones pero, pensándolo bien, creo que me fiaba más entonces de tus buenas intenciones, qué quieres que te diga. Vamos, que con lo rico que eras, ya te podía haber criogenizado para que te quedaras así…
S.- Eso, ahora háblame de cuando era un enano…lo que me faltaba. Que no, joer, que ya lo verás. Por cierto, que esta noche hay una fiesta y pensaba ir a enseñarles mi espalda a los colegas…podemos ir juntos. Yo voy de hijo macarrilla y tú te disfrazas de pirata, así vas ensayando para cuando se te caiga el pelo…con un par.
8 comentarios:
Pues si hubiera sido mi hijo, te aseguro que yo no se lo había firmado.
¡Vaya macarrada! ;)
Un besote,
Antonio.
Qué bien contado... te felicito
Antonio, yo creo que sí...claro que lo hubieras firmado!!
Gracias, Mª Angeles, ponte cómoda, estás en tu casa
Besitos
El Niño Jesús está llorando por todas las palabrotas.
Por lo demás, me gusta mucho la coherencia en la forma de expresarse los personajes y el puntito nostálgico de la madre de cuando habla de cuando Santiago era pequeño..
Ale, una declamación fantástica la tuya como adolescente. Eso, sigue sorprendiendo. ;-) Por cierto, que salvo lo de santiguarte al terminar la clase...ni se notaron los tacos en tu boca. No sería por lo que te lavaste la boca con jabón, ¿verdad?. Beso
Un choque generacional: dos maneras distintas de ver el mundo y de pensar. Y un diálogo que lo resume todo mejor que cualquier discurso. Realista y cercano. Parece que os viera...
Besos grandes para tí.
es espontáneo y casi que he visto la escena...
en el fondo, son dos generaciones con unos registros de habla distintos....pero con un par de corazones que laten y que se entienden e intuyen.
:-)
Un abrazo......!
Yo lo he visto en mi mente como un cortometraje...
:o)
Bss
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