Baile de máscaras
Jimena tiene un baúl lleno de gente, por eso siempre sonríe.
Está sobre la mesa, disimulado con una bandera de calaveras y casi oculto por la cesta de su gato.
Cree que no lo he visto, porque cuando subo a su habitación me hago la despistada para no desvelar su secreto, pero he oído voces dentro y al asomarme al ojo de la cerradura, me sorprendo con personajes de todos los colores y tamaños.
Un jugador de baloncesto le hace personal a un pirata mientras una princesa guiña el ojo a un marciano y un saltimbanqui se cuela en el tutú de una bailarina que se acaba de despertar. Duendes y canallas bailan al son de un ronroneo que se escucha de fondo. A ratos discuten por los trajes y el maquillaje, y se pelean también por el sitio que les corresponde para estar más cerca de la salida.
Todos quieren ocupar la siguiente hoja del cuaderno, convertirse en protagonistas de un cuento, navegar en una lágrima o volar en una sonrisa, así que cuando Jimena se sienta en la mesa y moja la pluma en el tintero, se quedan quietos y muy calladitos esperando que la caligrafía descubra quién sale de allí el primero.
Hay quien juega a hacer puzles con las palabras, cree en hadas y pinta monigotes sobre hojas en blanco que luego cobran vida.
Y hay quien nunca ve baúles porque no se acerca a acariciar a los gatos.
Está sobre la mesa, disimulado con una bandera de calaveras y casi oculto por la cesta de su gato.
Cree que no lo he visto, porque cuando subo a su habitación me hago la despistada para no desvelar su secreto, pero he oído voces dentro y al asomarme al ojo de la cerradura, me sorprendo con personajes de todos los colores y tamaños.
Un jugador de baloncesto le hace personal a un pirata mientras una princesa guiña el ojo a un marciano y un saltimbanqui se cuela en el tutú de una bailarina que se acaba de despertar. Duendes y canallas bailan al son de un ronroneo que se escucha de fondo. A ratos discuten por los trajes y el maquillaje, y se pelean también por el sitio que les corresponde para estar más cerca de la salida.
Todos quieren ocupar la siguiente hoja del cuaderno, convertirse en protagonistas de un cuento, navegar en una lágrima o volar en una sonrisa, así que cuando Jimena se sienta en la mesa y moja la pluma en el tintero, se quedan quietos y muy calladitos esperando que la caligrafía descubra quién sale de allí el primero.
Hay quien juega a hacer puzles con las palabras, cree en hadas y pinta monigotes sobre hojas en blanco que luego cobran vida.
Y hay quien nunca ve baúles porque no se acerca a acariciar a los gatos.
2 comentarios:
un relato lleno de magia, encantador, tal parece que tb tienes un baul lleno de vida, historias y palabras:D
besos
Mezclas fantasía con muchas dosis de dulzura y pelos de gato saltarín. No me extraña que el resultado sea tan maravilloso.
Me encanta.
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