Las gafas de Laurita
(este cuento fue el primer ejercicio de clase del taller de escritura de este año en la Escuela de Escritores y ha ganado el 2º premio del Ayuntamiento de Huesca, "Certamen Cuentos para despertar". Gracias)
Es un rollo esperar el autobús del cole con mi hermana Laurita.
Me gustaba más cuando estaba mamá, porque la entretenía con besos de esquimal mientras yo jugaba con mis amigos. Luego nos repetía veinte veces que nos portáramos bien y le decíamos adiós con la mano desde la ventanilla, pero desde que se fue, tengo que cuidar de mi hermana porque he cumplido nueve y papá sabe que ya soy mayor.
Laurita dice que la parada del autobús es como un paraguas grande lleno de gente enfadada, pero yo le cuento que por las mañanas están un poco dormidos y no tienen ganas de hablar, entonces me aprieta la mano y yo le guiño un ojo para que no tenga miedo.
Cuando salimos de casa nos metemos las gafas de la bici en el bolsillo y mi hermana se las pone cuando papá ya no mira. Como son oscuras, cree que si se tapa los ojos, nadie podrá verla y así los niños no se acercarán a preguntarle por mamá, porque eso le pone muy triste. Quiere que las use también para escondernos juntos, pero yo no soy un crío y sé que eso no sirve de nada. Si quisiera esconderme, me iría a casa de mi amigo Fran, que tiene escaleras y un cuartito debajo para la leña. Ahí sí que no nos encontrarían nunca, pero tampoco podríamos estar con papá. De pequeño quería una capa como la de supermán, pero mamá me explicó que sólo se vuela en los cuentos y que nadie puede volverse invisible, así que nunca me compró una.
Al llegar la ruta, nos sentamos delante y Laurita inventa juegos para que me quede con ella. Ahora le ha dado por comparar las cosas de la calle con otras que me hagan reír y mira todo el rato por la ventanilla inventando tonterías.
El otro día le dijo que su corbata es como una boa de rayas y que por eso no se ríe nunca cuando la lleva puesta, por si la serpiente se enfada y no le deja respirar. Papá se quedó muy serio y nos prometió que el sábado se pondrá una camiseta para llevarnos al parque. Creo que también está triste, por eso se la pone, para que no se le note.
Desde que murió mamá, Laurita no habla con casi nadie y en el recreo las niñas se burlan de ella.
Ayer, la profe nueva de inglés se acercó a preguntarle si le pasaba algo, entonces mi hermana sacó las gafas del bolsillo, se las puso y miró para otro lado sin decir nada. La señorita se enfadó y la llevó al despacho de Don Julián, el director del colegio. Yo no soy un chivato y no quería que papá se enfadara, pero le llamaron del colegio y se enteró de todo.
Ayer, la profe nueva de inglés se acercó a preguntarle si le pasaba algo, entonces mi hermana sacó las gafas del bolsillo, se las puso y miró para otro lado sin decir nada. La señorita se enfadó y la llevó al despacho de Don Julián, el director del colegio. Yo no soy un chivato y no quería que papá se enfadara, pero le llamaron del colegio y se enteró de todo.
Estaba seguro de que al llegar a casa nos iba a caer una buena, como aquella vez que rompí el cristal de clase de un balonazo, pero en vez de regañarnos, se sentó con ella en la alfombra y le contó un cuento de una mamá que se ponía muy triste porque no podía encontrar a su niña. Jo, no hay quien entienda a los mayores. Luego la cogió en brazos y la llevó hasta la cama. Los dos estaban llorando. Yo no, porque dice mi amigo Fran que los chicos que lloran son unos maricas, así que me he quedado en la puerta de su habitación para oír el final del cuento.
Esta mañana, al salir de casa, papá nos ha devuelto nuestras gafas oscuras y nos ha guiñado un ojo. Juraría que estaba sonriendo, sí, seguro que sí, y no llevaba corbata.
En la parada del autobús, mi hermana miraba hacia arriba con los ojos muy abiertos sin sacar las gafas del bolsillo.
–Oye Jaime: ¿tú crees que mamá me estará viendo desde algún sitio?
–Seguro, Laurita, y la parada del autobús es como un paraguas grande lleno de sonrisas. Anda, sube, vamos a inventar disparates.
3 comentarios:
Yo lo he leído en el último libro de la escuela. Te felicito, bien merecido el premio. Es un relato muy melancólico, entre dulce y triste. Es bueno cuando un cuento despierta emociones en el lector, cuando no lo deja indiferente frente a lo que lee.
Todo un premio merecido, el de este relato. Es muy especial. ENHORABUENA.
Pero bueno, Ana. Y yo sin saberlo. Enhorabuena. Un premio bien merecido, es precioso. Por lo que leo es el que has enviado al librode la escuela, de manera que cuando me llegue escribiré en lo alto "PREMIADO".
Un beso fuerte
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