08 marzo 2008

Luna

Paseaba bajo los árboles con la mirada perdida en el infinito mientras en su ipod sonaba una vieja canción.

Aquella mañana de domingo se había despertado temprano, a su pesar, como de costumbre y decidió hacer ejercicio bajo la lluvia mientras pedaleaba sin rumbo, perdido en recuerdos que le hacían sonreir.

Se detuvo al borde del camino y apoyó la bicicleta en el tocón de un viejo olmo seco. ¡Cuántas historias por contar! -pensó-, y cuantas personas habrán caminado en estos parajes... Por un momento se sintió insignificante ante lo que le rodeaba, pero esbozó una sonrisa y respiró hondo; le gustaba sentirse un granito de arena en aquella playa, una hoja más entre la espesura y el verdor de cuanto tenía a su lado.

Cerró los ojos y dejó que el sonido del viento jugara en sus oídos.Cuando los abrió, notó su ropa húmeda y decidió pedalear de nuevo rumbo a casa. Era demasiado temprano y le apetecía un café bien cargado; recordó que en uno de sus bolsillos guardaba un cuaderno y un lápiz y se concedió unos minutos más para desgranar sobre el papel alguno de los sueños que flotaban en su cabeza.

Comenzó e escribir. Entre líneas se adivinaba un aroma de mujer. No necesitaba pintarla ni inventarla, porque la soñaba tal cual y no quería cambiarla. Sus letras hablaban de viajes para los que no hacían falta brújulas ni mapas... aunque la magia de sus páginas envolvía en un cálido abrazo que invitaba a bucear en paisajes nunca vistos y colores imaginarios.

Recorrió con su relato un sueño del que ni siquiera había sido consciente, aunque sabía que ese sueño se había entretejido en su alma.

De repente, un rayo de sol le devolvió a la dimensión espacio-tiempo que parecía haberle abandonado. Releyó las últimas páginas de su cuaderno y se sorprendió ante lo que acababa de escribir: era un viaje en el que podías rozar las estrellas con la mano y ducharte con arena sobre la luna, caminando despacio entre nubes de palabras y de sentimientos.

Cerró su libreta y la guardó de nuevo en el bolsillo.

Regresó a casa, sin prisa, hizo café y se quedó dormido al arrullo de una bonita canción. Un cálido aroma lo envolvía todo. Despertó y encontró a su lado una mujer a la que no conocía. Sobre su rostro, polvos de arena de luna le hicieron comprender que no todo había sido un sueño.

3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

más vale que la próxima vez que salga a pasear por el campo lloviendo se lleve un rotu de cd´s o va a dejar la libreta hecha unos zorros con el agua de lluvia. Je, je, que es broma, que está bonito, un poquito rebuscado pero bonito, ves, en cambio bonito es de lo más simplón. Un beso

11 de marzo de 2008, 10:48  
Anonymous Anónimo ha dicho...

y con un palabrerío un poquito rebuscado para profanos en la materia de las letras como yo pero suena bien en los oidos, ánimo

15 de abril de 2008, 19:58  
Blogger Ana ha dicho...

Je, je...creo que esta vez te has equivocado de entrada...pero te veo a través del ojo de la cerradura. Prueba en otra. Gracias. Besitos

15 de abril de 2008, 23:30  

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