28 marzo 2008

Pequeñas cosas


Por qué quiero a mis amigos y por qué quiero a los "míos"... pues porque me hacen sentir bien, porque sé que mi sonrisa les alegra y mis lágrimas les duelen; porque sé que puedo contar con ellos siempre, y la palabra siempre implica mucho.

Mis padres me enseñaron a dar porque de ellos siempre recibí, y me mostraron el valor de ambas cosas (dar y recibir). Aprendí a agradecer con una sonrisa y supe que lo más importante que tenemos cada uno suele ser aquello que menos se ve, generalmente lo que se ve puede tenerlo cualquiera.

También aprendí a mirar detrás de las miradas y a escuchar el silencio mientras mi corazón iba creciendo al calor de otros corazones y al ritmo de mis propios latidos.

Caí muchas veces, pero mis heridas se curaron siempre entre manos amigas y besos. En horas mojadas detrás de mi retina, sentí siempre que no estaba sola. Mi escala de valores se fue formando conmigo y ahora intento ayudar a mis hijos a construirse la suya con los cimientos básicos de quien se siente querido, pero sin la gratitud de recibir a cambio de nada. Me siento privilegiada por la vida, y agradecida; rodeada de un pequeño círculo de personas que me quieren.

Supongo que, gracias a ello, me es más fácil dar y darme, porque también eso me hace sentirme especial.

Me gusta disfrutar de la soledad, proque nunca me he sentido sola. En la ausencia de los que añoro, guardo recuerdos que me bañan por dentro y pintan mi sonrisa, sabiendo que siguen a mi lado, en mí.

Y cuando me asomo al espejo de mi vida, siempre me encuentro rodeada de cariño, envuelta en la ternura de una mirada que me invita a compartir y me hace sentirme el ombligo del mundo (mi mundo-mi vida) y me acaricia el alma.

Así son los colores de mis días.

A quien amo, lo amo con toda la fuerza de mi corazón, que es la única manera que conozco de amar. De verdad. Y si me preguntan un por qué, siempre podré contestar mirando directamente a los ojos, porque sé que detrás de cada mirada hay una respuesta, y porque sé que cada persona a la que amo me da más de lo que siento que le doy.

Recibo cada sonrisa como un regalo que me hace el día, y cada beso, y cada caricia. Lleno mis sonrisas de las "pequeñas cosas" de cada día, porque para mí, esas "pequeñas cosas" son lo más importante que tiene mi vida, e intento cultivarlas para que no me falten nunca: un rayo de sol, un abrazo, unas letras paridas con cariño, un beso, una llamada, una flor, un cuaderno, un café, un libro, un paseo, un amanecer, una fotografía y la sonrisa de mis hijos al despertar, cualquier detalle aparentemente nimio entra en mí como el beso más cálido que pueda saborear y me hace creer en los sueños.

¿AUN QUIERES SABER POR QUÉ TE QUIERO?...

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