Quién quiere ser mayor?
Me llamo Mario, como mi papá. Y me gustan las hadas.
Dice mi amigo Jaime que no existen, que son cosas de niñas.
No tiene ni idea.
El otro día, en el recreo, se burló de mí con la pandilla porque yo dibujaba una. Hasta me arrugó el papel y lo tiró sobre la rayuela de las niñas, pero me da igual.
Cuando pinto hadas, Jaime me llama Maria y se ríe de mí.
Claro, en los partidos de fútbol no hay ninguna porque les dan miedo los balonazos.
Un hada me lo ha dicho. Por eso no puede verlas.
No tiene ni idea.
El otro día, en el recreo, se burló de mí con la pandilla porque yo dibujaba una. Hasta me arrugó el papel y lo tiró sobre la rayuela de las niñas, pero me da igual.
Cuando pinto hadas, Jaime me llama Maria y se ríe de mí.
Claro, en los partidos de fútbol no hay ninguna porque les dan miedo los balonazos.
Un hada me lo ha dicho. Por eso no puede verlas.
Jaime no juega al rescate con las chicas porque cree que son unas blandas. Yo creo que le molesta perder. Sobre todo con ellas. Por eso saca los puños.
Una vez, de excursión, nos ganaron al pañuelo y Jaime se enfadó porque dijo que habían hecho trampas y que esos juegos eran una tontería. Los otros chicos le siguieron y ya no hemos vuelto a jugar con ellas.
A mí no me gusta el fútbol, por eso se meten conmigo. No les hago caso, pero si viene papá a recogerme a la salida, también se enfada y me llama gallina.
Papá tampoco cree en las hadas.
A lo mejor es que nunca ha conocido una, pobrecito. O que la ha olvidado.
Una noche le dijo a mamá que la culpa era suya, por contarme tantos cuentos y meterme esas bobadas en la cabeza. Les oí desde la cama y me hice el dormido.
Yo creo que los hombres con corbata no pueden ver a las hadas, porque llevan el cuello muy apretado y sólo se ocupan de respirar y poner caras serias.
Mamá sí cree en ellas. Y en los magos. Dice que puedo creer en lo que yo quiera, y que cuando sea más mayor, me enseñará a dibujar las palabras.
El dibujo se me da bien. Mejor que el fútbol. Aunque no pinto edificios, como papá, porque me gustan más mis personajes. Ellos me dicen al oído cómo quieren ser.
Cuando estuve con la varicela, como me aburría en la cama, pinté un cuento muy bonito, con dragones y todo, pero lo escondí debajo del colchón para que no se enfadaran conmigo.
A lo mejor un día se lo regalo a mamá. Le diré que los dragones sólo vienen a verme cuando tengo fiebre. Pero no me dan miedo.
Jaime no sabe pintar, ni hacer buñuelos, pero papá dice que es muy listo porque recita de memoria a todos los jugadores de la liga.
Cuando yo sea mayor y dibuje casas como papá, guardaré en un cajón a todas mis hadas, para acordarme de ellas, pero no se lo diré a nadie, para que no se rían de mí. En uno sin llave, así podrán salir cuando quieran.
Seguirán viniendo a mi cama todas las noches. Y me darán un beso antes de dormir.
2 comentarios:
uff, debe ser que sólo las mamás ven hadas, los papás...DUENDES
Los papás se encargan de alejar las pesadillas. Un beso
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