Musas
Oí que las musas estaban de veraneo y me vine a la costa en busca de ellas.
No me extraña. A estas alturas, Madrid derrite a cualquiera. Cogí una mochila con una moleskine y una cámara de fotos y sin pensarlo demasiado, elegí el norte. Hasta ahí, todo bien, incluso me pareció verlas una mañana desperezándose en mi almohada y jugando con el gato.
Lo que no sabía es que aparecen y desaparecen como niñas traviesas. Yo las busco para que me ayuden con el final de un relato y ellas se enredan en mi pelo y se vuelven “amoradas” robándome el color, me miro en el espejo y me veo cada vez más rubia, luego se cuelan por mi escote y resbalan por él para llevarse el moreno que conseguí en la playa.
Bajo una manta de lluvia, se enfadan y se niegan a jugar con las palabras, estornudan sobre mi cuaderno y echan mocos en las páginas a medio escribir como si fuera confeti de colores.
Sale el sol y se ponen el bikini para salpicarme con las olas burlándose de mí. Harta de tanto esperar, he sacado mi varita y las he convertido en letras para que no puedan moverse, pero son listas y saltan de un renglón a otro entre risas y canciones que no había oído nunca.
Desesperada, llamo a un amigo para pedirle ayuda. Sé que las conoce bien, así que podrá contarme sus secretos y dejaré de perseguirlas por la playa. Al otro lado del móvil, silencio y risas a partes iguales. Deben haberle amordazado, o se habrán metido en su camiseta para hacerle cosquillas y que no pueda hablar.
Lo mejor será meter el cuaderno en la mochila otra vez. Puede que también ellas necesiten vacaciones y quién sabe, a lo mejor cuando se cansen de hacer grafitis en mi escote me susurran al oído cómo terminar mi cuento.
No me extraña. A estas alturas, Madrid derrite a cualquiera. Cogí una mochila con una moleskine y una cámara de fotos y sin pensarlo demasiado, elegí el norte. Hasta ahí, todo bien, incluso me pareció verlas una mañana desperezándose en mi almohada y jugando con el gato.
Lo que no sabía es que aparecen y desaparecen como niñas traviesas. Yo las busco para que me ayuden con el final de un relato y ellas se enredan en mi pelo y se vuelven “amoradas” robándome el color, me miro en el espejo y me veo cada vez más rubia, luego se cuelan por mi escote y resbalan por él para llevarse el moreno que conseguí en la playa.
Bajo una manta de lluvia, se enfadan y se niegan a jugar con las palabras, estornudan sobre mi cuaderno y echan mocos en las páginas a medio escribir como si fuera confeti de colores.
Sale el sol y se ponen el bikini para salpicarme con las olas burlándose de mí. Harta de tanto esperar, he sacado mi varita y las he convertido en letras para que no puedan moverse, pero son listas y saltan de un renglón a otro entre risas y canciones que no había oído nunca.
Desesperada, llamo a un amigo para pedirle ayuda. Sé que las conoce bien, así que podrá contarme sus secretos y dejaré de perseguirlas por la playa. Al otro lado del móvil, silencio y risas a partes iguales. Deben haberle amordazado, o se habrán metido en su camiseta para hacerle cosquillas y que no pueda hablar.
Lo mejor será meter el cuaderno en la mochila otra vez. Puede que también ellas necesiten vacaciones y quién sabe, a lo mejor cuando se cansen de hacer grafitis en mi escote me susurran al oído cómo terminar mi cuento.
5 comentarios:
Como dijo alguna vez nuestro apreciado Sabina, a veces las musas son caprichosas. Sin embargo, siguen contigo. Cada día. Estoy segura de ello.
Besosss
Gracias, María, seguiré buscándolas. Un beso
A mi me parecen que se enredaron entre los colores de tu pelo y nunca salieron del todo. Cuando escribías esto, tenías una enganchada con fuerza a la punta del bolígrafo ... fue ella la que hizo garabatos sobre el papel. Pero no la veías porque buscabas muchas a la vez ... eso es lo que pasa cuando nos exigimos. Pero eso es bueno.
Voy a ver que hiciste con ellas una vez que las descubriste a todas juntas.
Se convirtieron en una peca y las llevas en la barbilla, a que sí?
Leeré con calma todo lo que las musas te han traído.
Un besote.
Supongo que las musas están por ahí y les gusta jugar a esconderse. Es la parte gamberra que todas llevamos dentro. Besitos
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