Enrique
Una mañana, durante el café que comparto con quien se anime a madrugar, le enseñé a mi hermana un recorte de la revista Metrópoli en la que anunciaban cursos en el Taller de Escritura de Madrid.
Animadas por una vocación escondida desde niñas, la verdad es que no me costó mucho convencerla, así que nos apuntamos y comenzó una verdadera pasión al comprobar que otras personas, aparentemente “normales” como nosotras, compartían la misma afición y las mismas ganas de aprender.
Desde entonces, algo cambió en nuestra vida.
Ni siquiera me ruborizaba el hecho de reconocer ante otros que me gustaba escribir. Más de una vez me he puesto colorada al decirlo y encontrar en la cara de la gente una mueca de extrañeza o de desidia.
Ni siquiera me ruborizaba el hecho de reconocer ante otros que me gustaba escribir. Más de una vez me he puesto colorada al decirlo y encontrar en la cara de la gente una mueca de extrañeza o de desidia.
Mi primer curso fue de relato, con Nacho Ayerbe como profesor (excelente, por cierto).
Nos recomendó un libro de Enrique Páez que se convirtió en mi amuleto.
De Nacho aprendí mucho más como persona que de las letras, aunque nunca olvidaré que la palabra “onírico” chirría en un relato de fantasía y que los eróticos es mejor no dejárselos leer a ningún conocido.
De Nacho aprendí mucho más como persona que de las letras, aunque nunca olvidaré que la palabra “onírico” chirría en un relato de fantasía y que los eróticos es mejor no dejárselos leer a ningún conocido.
Cenas con la excusa de charlas literarias, “quedadas” para conocernos todos, risas, amigos, recuerdos, chapulines…y la sensación de haber encontrado un hueco que, antes de conocerlo, estaba esperándome.
Enrique Páez siempre salía en la conversación. Según Nacho, él no era un escritor de cuentos, sino de novelas para niños, además de una gran persona y un fantástico escritor. Ahora no me cabe duda de ello.
Yo apenas había oído hablar de Enrique hasta entonces, sólo sabía que publicaba en la colección Altamar, de Bruño, para la que yo había hecho alguna colaboración, pero me daba vergüenza reconocerlo ante tanto halago, así que, por una vez, o por cien, me dio por escuchar para ver si aprendía algo.
La anécdota más curiosa que decían sus alumnos es que no se cortaba a la hora de invitarte a tirar a la papelera lo que no sirviera. Reconozco que aún no me he atrevido a seguir sus consejos, porque, de haberlo hecho, ni siquiera estaría sentada frente al teclado para mandarle esto.
Su libro sigue siendo mi amuleto (aunque ahora lo haya prestado), me paseo de puntillas por su blog de vez en cuando, para aprender, para ver si se me pega algo. Pero nada. No hay manera. Sigo esperando.
He oído hablar tanto de Páez a conocidos y amigos que ni siquiera me come la curiosidad de conocerle. Con sus fotos y sus letras, he visto lo suficiente para no husmear más.
Si acaso, algún día, acercarme a él para darle las gracias por el recuerdo que deja en tanta gente y por publicar aquel anuncio en la revista Metrópoli...y por la frase que me regaló para siempre: "a escribir se aprende escribiendo y a vivir, a pensar y a ser libres, leyendo".
8 comentarios:
De una tarde muy chula por Madrid, guardo un recuerdo más chulo aún y un consejo que jamás olvidaré .... no uses la palabra "onírico" en un relato ...
Ahora la palabreja acude a mi mente una y otra vez pero yo sonrío y pienso: ni de coña!
Esas "quedadas" suenan muy bien.
Qué tiempos, niña. Y qué bien que encontrases aquel recorte de periódico.
Besito
Y más adelante coincidimos en el curso de Javier Sagarna, y ya no paras ni paro, que hasta una visita corta hice a tu hermana. El año que viene me apunto a proyectos, está decidido. Menos mal que encontraste aquel artículo, y yo un anuncio en la revista que te pone Iberia delante de las narices para quitarte el miedo a las alturas.
Sí, la escuela fue un gran hayazgo.
Mucha razón tiene Enrique.
Los relatos eróticos hay que mostrárselos a la gente que uno quiere conocer.
Estupenda cita la de Enrique. Desconocía su labor... Ahora me interesa, sin duda. Eres muy afortunada por haber conocido a todas esas personas y por vivir lo que has vivido. Qué bien!
Besossss
Sí, Hache, el primer paso.
Marañita, menos mal que te dejaste convencer, con lo dura que eres.
Pina, sólo por lo que hemos conocido a nivel personal, valdría la pena, no?
Fontana, tienes razón, pero cómo compartirlos entonces con tus compañeros y con el profesor?
María, es una bonita orilla que merece la pena.
Besos
Carajo, me ha gustado la frase. ¿Puedo usarla?
Abrazos
Muchas gracias por los Sugus. Y, como decía Objetivo Birmania, las amigas de mis amigos son mis amigas, así que te mando un ciberabrazo.
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