No te preocupes
Me gusta pintar el mar cuando parece dormido.
Sentada sobre la arena de las dunas, garabateo y mancho papeles que luego intento terminar en casa. Aún no he conseguido el color que quiero darle.
Es lo más cerca que puedo estar de él, por más que las sesiones de terapia se empeñen en lo contrario. Al fin y al cabo, los psicólogos no tienen ni idea de lo que puede sentir alguien que durante cuatro minutos trata en vano de sacar la cabeza de debajo del agua.
Ha pasado mucho tiempo, pero los recuerdos están tan nítidos como entonces. El abismo, la oscuridad, bocanadas de sal mientras me quedaba sin aire. Una pesadilla que se repite al recordar palabras que no era capaz de contestar, con la mirada perdida sin ver nada mientras escuchaba cuentos de hadas que mi madre susurraba cada noche junto a mi cama esperando que volviera.
De no ser por mi padre, nadie hubiera reparado en una pequeñaja que por culpa del flotador pataleaba con la cabeza bajo el agua sin fuerzas para darse la vuelta. Y más en aquella playa repleta de gente.
Un minuto más y ni siquiera el respirador artificial podría haberme sacado del sueño.
Hoy todos dormían en casa cuando salí. Conduje hasta la playa. Sonaba un cedé de ópera y mis ojos se llenaron de lágrimas. Lloré de nuevo en la orilla, sola, respiré hondo y decidí plantarle cara al miedo.
Sentada sobre la arena de las dunas, garabateo y mancho papeles que luego intento terminar en casa. Aún no he conseguido el color que quiero darle.
Es lo más cerca que puedo estar de él, por más que las sesiones de terapia se empeñen en lo contrario. Al fin y al cabo, los psicólogos no tienen ni idea de lo que puede sentir alguien que durante cuatro minutos trata en vano de sacar la cabeza de debajo del agua.
Ha pasado mucho tiempo, pero los recuerdos están tan nítidos como entonces. El abismo, la oscuridad, bocanadas de sal mientras me quedaba sin aire. Una pesadilla que se repite al recordar palabras que no era capaz de contestar, con la mirada perdida sin ver nada mientras escuchaba cuentos de hadas que mi madre susurraba cada noche junto a mi cama esperando que volviera.
De no ser por mi padre, nadie hubiera reparado en una pequeñaja que por culpa del flotador pataleaba con la cabeza bajo el agua sin fuerzas para darse la vuelta. Y más en aquella playa repleta de gente.
Un minuto más y ni siquiera el respirador artificial podría haberme sacado del sueño.
Hoy todos dormían en casa cuando salí. Conduje hasta la playa. Sonaba un cedé de ópera y mis ojos se llenaron de lágrimas. Lloré de nuevo en la orilla, sola, respiré hondo y decidí plantarle cara al miedo.
Me descalcé mientras me repetía que no tenía sentido preocuparse. Un paso, luego otro y otro más, sin prisa. El tiempo es mío. Y mi vida. Dejé de pensar y sentí el agua fría acariciándome.
El mar estaba en calma, como una balsa, y yo, después de tanto tiempo, he disfrutado de él.
El mar estaba en calma, como una balsa, y yo, después de tanto tiempo, he disfrutado de él.
9 comentarios:
Las orillas de cuantos mares habrán recibido lárgimas como las tuyas ... en el Indico se quedaron algunas ... y la paz que se queda después, esa me la traje conmigo.
Preciosa foto ;)
Ah ... no, no me preocupo ... no hay por qué hacerlo.
no es por tocar las narices, que también, pero ¿de dónde te has sacado el verbo bocetar, colega?
Besos
Chiki
Hache, las lágrimas son como las sonrisas, a veces hacen falta, no hay que preguntarse por qué.
Maraña, tienes razón, saqué un verbo de la manga. Garabateo sí, ¿verdad? pues hala, no se hable más.
Ah! gracias
Siempre hay que vencer/se, vencer los miedos... La recompensa lo merece.
Bello texto. Me gustó.
Besoss
"Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero."...
!?...passavo per un saluto!
Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae
la idea está como muy usada, pero me gusta como la escribes, sigue así hermosa
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