16 marzo 2010

Las cosas son...como son. O no


Miguel estará esperándome. Y sé que no le gusta hacerlo, pero prefiero volver andando a casa, aunque esté cansada.

Le diré que había cola en la tienda y que tuve que esperar para hacerme el piercing hasta que terminaron con el tatuaje de otro cliente.

Seguro que sonríe cuando compruebe que sí me he atrevido. Da igual si me sentí como una vaca a la que estuvieran marcando, y da igual el miedo que me daba aquel tipo con guantes de látex metiéndome los dedos hasta la campanilla y sujetándome la lengua con unas pinzas, eso no se lo contaré y él tampoco querrá saberlo.

Mi hermana sí, ella no me dejará en paz hasta que le explique por qué he hecho esto. No le gustará, seguro. Preferiría que vistiera ropa de marca a verme con el pelo rapado y botas de militar, pero es que no se puede elegir todo, las cosas son como son. Miguel tampoco le gusta, por eso ya casi no viene a verme, aunque no lo diga.

La boca me sabe fatal y tengo la lengua tan hinchada que apenas puedo moverla. Se pasará, eso me han dicho. Una semana comiendo helado y listo. Si no se infecta, claro, que en la boca es fácil. Lo que me faltaba. Tendré que estar callada en el trabajo para que no noten nada. Una semana.

En la calle, solo algunas farolas encendidas. Una pareja se abraza sobre un banco y algún que otro despistado hace deporte o vuelve a casa. Me quedo mirándolos. Hace mucho tiempo a mí también me gustaba correr, y abrazarme en un banco, y comer helados sin tener la lengua tan hinchada.

Miro el reloj. Aún es pronto, podré sacar cualquier cosa de la nevera para apañar la cena. Noto la bola de metal que choca contra el paladar y da pinchazos que llegan hasta la encía, como latigazos que recorren la boca. Hace frío, lo siento en la cara, bajo gotas de sudor que me empapan el flequillo, hasta puede que tenga fiebre, pero será normal, al fin y al cabo, me han hecho un agujero sin ningún tipo de anestesia. Me agarro la bufanda y la aprieto contra el cuello acariciándolo. Luego compruebo que los botones del chaquetón están abrochados y me encojo de hombros para que no me dé el aire en las orejas. Sin soltar la bufanda, la imagino como una soga que me va cortando el aire mientras me acaricia. Me toco la frente, está ardiendo, por eso pienso cosas raras.

El dolor de la lengua no se pasa. Restriego la punta de la lengua contra los dientes mordisqueándola, pero apenas la siento. Sí los pinchazos en la parte del centro, justo donde la barrita de acero que la atraviesa y que no me atrevo a mover.

Miguel no habrá cenado, pero no se enfadará. Dice que el sexo es mucho mejor con un piercing.

Falta una manzana para llegar a casa y cada vez camino más despacio. Al doblar la esquina, miro hacia arriba. La luz del salón está encendida. Una náusea me viene a la boca y hace su sabor aún más desagradable. Pienso en mi helado. Escupo sobre la acera un líquido viscoso y blanquecino y me imagino a Miguel, abrazándome y haciendo planes para otro pendiente.

Me paro delante del portal. Miro el reloj. Saco las llaves que llevo colgadas por debajo de la camiseta y pienso otra vez en las sogas que aprietan el cuello. Las llaves están empapadas.

Suena un claxon, mi hermana, que ha venido a verme. Jueves la llamábamos en casa, pero eso era antes, cuando corría para que me diera el aire, me dejaba abrazar en los bancos y comía helado sin tener la lengua hinchada. Me quedo quieta un momento y luego meto la llave en la cerradura mientras levanto la mano para despedirla. Su coche no se mueve y me hace gestos para que vaya con ella. Los coches de detrás empiezan a ponerse nerviosos. Miguel saldrá al balcón si siguen pitando.

Tiro de la bufanda que me envuelve el cuello y la dejo sobre la acera antes de montar en el coche. Luego abrazo a mi hermana, cierro la puerta y miro por la ventanilla. La luz del salón sigue encendida.

3 comentarios:

Blogger Maria Coca ha dicho...

Un relato con fuerza, con misterio, con un mensaje que se susurra pero no se expresa...

Qué bueno, amiga mía. Me encanta cómo escribes!

Besos de los grandes para ti.

16 de marzo de 2010, 19:36  
Blogger Miguel ha dicho...

Un relato muy bien estructurado y narrado.
Te incita a seguir leyendo dejando ver entre líneas un mensaje muy evidente.

Enhorabuena, Ana.

Miguel

17 de marzo de 2010, 8:49  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¿Qué puedo agregar que no te hayan dicho ya? O más: ¿que yo misma no te haya dicho ya? Me gusta leerte. Me gusta mucho.

17 de marzo de 2010, 23:58  

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